jueves, 29 de mayo de 2008

UNA REUNIÓN INFORMAL

Ilustración: Alejandro José Bello Rosales


Joe Galatro se reunió con sus amigos Billy & Migue. Fue un sorpresivo encuentro donde intercambiaron las plumas con que firmaron la declaración final. Al fin y al cabo no supieron distinguir el ganso que las produjo. Y la misma declaración fue desechada. No quisieron solemnizar el acto con la expresión de deseos que nadie se atreviese a cumplir o que nadie quiere emprender.

Así que, en vez de declaración, contaron algunas anécdotas sobre sus obras, le facilitaron a Joe algunos de sus poemas – los que se publicara en este número del blog – y firmaron una página en blanco en señal de que en ella se contenían todas las posibilidades de la literatura. Como lo hacen en sus respectivas obras, según acotó Joe, ruborizándolos o tal vez disgustándolos.

Finalmente, posaron para una foto. Pero se negaron a que fuese tomada a la usanza moderna y contrataron a un avezado ilustrador para perpetuar el momento. Y aunque no le pagaron honorarios. Todos quedaron muy satisfechos por ello. Menos el ilustrador que se conformó con la promesa de fama y gloria que estos desarrapados genios le hicieran.


Firma de la declaración de Billy, Migue y Joe

SONETO 53

William Shakespeare


¿Qué sustancia es la vuestra, de qué forma estáis hecho,
que millares de formas extrañas os circundan?
Si cada uno tiene, por ser uno, una sombra,
Por qué vos siendo uno a tantas os prestáis.


Si se describe a Adonis, es su bello retrato,
una mísera copia de lo que sois vos mismo.
Se pone en la mejilla de Helena el bello arte
y tú en ropajes griegos, pintado eres de nuevo.


Se habla de primavera y el cosechón del año,
y apenas uno es sombra de tu bello espectáculo
y el otro vagamente como tu esplendidez
y en toda bella forma os reconoceremos.


En toda gracia externa, tenéis algo de parte,
mas sois uno y con vos, no hay alma comparable.



Sonnet 53

What is your substance, whereof are you made,
That millions of strange shadows on you tend?
Since every one hath, every one, one shade,
And you but one, can every shadow lend:

Describe Adonis and the counterfeit,
Is poorly imitated after you,
On Helen's cheek all art of beauty set,
And you in Grecian tires are painted new:

Speak of the spring, and foizon of the year,
The one doth shadow of your beaty show,
The other as your bounty doth appear,
And you in every blessed shape we know.

In all external grace you have some part,
But you like none, none you for constant heart.




Sin otra intervención que la del traductor, se presenta el soneto 53, afectuoso canto a la belleza asexuada. Donde el amigo Wil utiliza los términos en su justo sitio – ir más allá sería pasar al vacío – en su proporción exacta, la áurea, para provocar en el espectador de la palabra esas sensaciones que éste no puede devolver en el mismo lenguaje.


Nota de J. G.

DOS POEMAS DE CERVANTES Y UNO DE GÓNGORA, POR ASOCIACIÓN, CON COLOFÓN DE LOPE DE VEGA

Notas de Joe Galatro

BUSCO EN LA MUERTE LA VIDA,

Miguel de Cervantes Saavedra


Busco en la muerte la vida,
salud en la enfermedad,
en la prisión libertad,
en lo cerrado salida
y en el traidor lealtad.

Pero mi suerte, de quien
jamás espero algún bien,
con el cielo ha estatuido,
que, pues lo imposible pido,
lo posible aún no me den.


Las contradicciones expuestas en las palabras fielmente organizadas, dan esa demoledora visión de sí mismo que expresa el autor. Al final no sabemos si, con él, reírnos de su infortunio o aceptarlo como parte de su vida. Y como parte de toda vida.

Por el contrario, en el siguiente poema de Cervantes, la alabanza exagerada de Góngora se vuelve casi un irónico insulto por el que algunos seguidores del barroco poeta se rasgan las vestiduras.



ELOGIO A GÓNGORA (Fragmento)


Miguel de Cervantes Saavedra


Aquel que tiene de escribir la llave,
con gracia y agudeza en tanto estremo,
que su ygual en el orbe no se sabe

es don Luis de Góngora, a quien temo
agraviar en mis cortas alabanças,
aunque las suba al grado más supremo.


Y como de Góngora tratara nuestro amigo, traemos a este círculo estrecho a don Luis con una de sus obras donde penetra en el amor a través de la lengua. Es decir, su verbalidad exalta con sonora adjetivación un proceso de extasío. Valgan sus palabras más que comentario alguno.



LA DULCE BOCA QUE A GUSTAR CONVIDA

Don Luís de Góngora y Argote


La dulce boca que a gustar convida
un humor entre perlas distilado,
y a no invidiar aquel licor sagrado
que a Júpiter ministra el garzón de Ida,
amantes, no toquéis si queréis vida,
porque entre un labio y otro colorado
Amor está, de su veneno armado,
cual entre flor y flor sierpe escondida.
No os engañen las rosas, que a la Aurora
diréis que, aljofaradas y olorosas,
se le cayeron del purpúreo seno;
manzanas son de Tántalo y no rosas,
que después huyen del que incitan ahora,
y sólo del Amor queda el veneno.


Como de elogiar a Góngora se trata, en este homenaje a Cervantes. Colocamos de colofón este otro poema del inefable Lope de Vega que al poeta siempre glorificó.


A DON LUIS DE GÓNGORA

Lope de Vega

Claro cisne del Betis que, sonoro
y grave, ennobleciste el instrumento
más dulce, que ilustró músico acento,
bañando en ámbar puro el arco de oro,

a ti lira, a ti el castalio coro
debe su honor, su fama y su ornamento,
único al siglo y a la envidia exento,
vencida, si no muda, en tu decoro.

Los que por tu defensa escriben sumas,
propias ostentaciones solicitan,
dando a tu inmenso mar viles espumas.

Los ícaros defienda, que te imitan,
que como acercan a tu sol las plumas
de tu divina luz se precipitan.





UN POEMA DE JOE GALATRO

Ante el túmulo erigido
al animal desconocido
muerto en una guerra
que nunca deseó

el ser humano
una llama perenne
encendió

¿Un homenaje a su propia ignorancia,
expiación de sus culpas,
exaltación de su ilimitada estupidez?

No

Arde la flama para que la creatura
nunca se atreva
de la tierra a retoñar

Porque si llegara a hacerlo
un buen asado sería
un buen bocado
un buen jamón abrasado
una exquisitez
podrida
pero muy bien cocida
al fuego eterno y lento del honor


Nota de J. G.: No podía dejar pasar la ocasión de nuestro célebre encuentro con Wil y Miguel para presentarle a mis invitados un producto de mi atormentada inspiración.

jueves, 22 de mayo de 2008

Despedidas y bienvenidas de amigos

Joe Galatro trajo un nuevo amigo. Un joven alemán mejor conocido por su capacidad instrospectiva en las cuitas ajenas. Y altamente fino en una poesía cargada de significados y de sentimiento. Como debe ser la poesía alemana.

Lo trajo casi obligado, dado su tímido temple de poeta decimonónico. Pero lo que Joe se propone, lo cumple sin engaño. Yo siempre le he dicho que abra una agencia de autos usados en el norte. Tendría su futuro asegurado, según lo demuestran innumerables films. De allí a una exitosa carrera política es solo un pequeño salto para un hombre como Joe. Y un enorme retroceso para la humanidad.

Le acompañan también, in artículo mortis, el querido Miguel, escribiendo en su lecho de muerte, y el inigualable Guillermo, reviviendo la experiencia del lecho final de una hoguera que se apaga. Ambos sombrías obras son de un enorme estremecimiento poético e incomparable belleza.

No sé cómo estos genios encontraron en la muerte, en el canto a la muerte, el supremo arte de vivir. Que el lector lo averigüe.

Joe Galatro se ha enseriado. Sus experimentos de traición o traducción así lo desean demostrar. Promete, igualmente, regresar con nuevos amigos, de esta banda de bardos y narradores que apenas empieza su vida en el delito de ir contra la estupidez humana.

Epitafio


Miguel de Cervantes Saavedra


Aquí el valor de la española tierra,
aquí la flor de la francesa gente,
aquí quien concordó lo diferente,
de oliva coronando aquella guerra;

aquí en pequeño espacio veis se encierra
nuestro claro lucero de occidente;
aquí yace enterrada la excelente
causa que nuestro bien todo destierra.

Mirad quién es el mundo y su pujanza,
y cómo, de la más alegre vida,
la muerte lleva siempre la victoria;


también mirad la bienaventuranza
que goza nuestra reina esclarecida
en el eterno reino de la gloria.


Cervantes en su lecho de muerte, versión del óleo de Víctor Manzano



Otro Experimento, ahora sobre el Soneto 73

William Shakespeare (Bard)

& Joe Galatro (Introduction and textual translator)

Continuamos nuestra serie experimental de traducción de sonetos, con un texto que, según algunos críticos, es el más importante de los sonetos vivos de Shakespere.


Esperemos que esta intervención desmedida no desdiga de su finura poética, por lo que siempre remitiremos al lector a su versión original.


Basta con escuchar la sonoridad que presenta para darse cuenta que estamos ante un prodigio de la palabra escrita. Ante un ente que perdurará absolutamente vivo durante muchos siglos, a pesar de su referencia al universal tema de la muerte.


SONNET 73 (original version)


That time of the year thou mayst in me behold
When yellow leaves, or none, or few, do hang
Bare ruin'd choirs, where late the sweet birds sang.
In me thou seest the twilight of such day
As after sunset fadeth in the west,
Which by and by
black nigh doth take away,
Death second self, that seals up all in rest.
In me thou see'st the glowing of such fire
That on the ashes of his youth
doth lie,
As the death-bed whereon it must expire
Consumed with
that which it was nourish'd by.
This thou perceivest, which makes thy love more strong,
To love that well which thou must leave ere long.



Traducción textual



Ese tiempo del año

cuando hojas amarillas, o ninguna, o pocas, cuelgan

de esas ramas que tiemblan contra el frío, puedes en mí contemplar

desnudos coros arruinados donde recientemente cantaban los dulces pájaros:

en mí ves el crepúsculo del día

que tras el ocaso se va apagando en el poniente,

el cual poco a poco la negra noche se lleva,

ayudante yo de la muerte que todo lo sella en el descanso:

en mí ves la lumbre del fuego

que sobre las cenizas de su juventud reposa

como el lecho de muerte sobre el que debe expirar,

consumido por lo que lo nutrió:

esto percibes, lo que te hace el amor más fuerte

para amar bien lo que has de dejar en breve.


Versión de Joe Galatro


Contempla en mí ese tiempo del año

donde cuelgan hojas amarillas, ninguna, o pocas,

de las ramas arbóreas que tiemblan con el frío,

en desnudas ruinas de coros donde ha poco trinaban pájaros:


Mira en mí el crepúsculo del día

que tras el ocaso se va apagando en el poniente,

y al cual la negra noche lentamente se lleva,

trocándome en la sombra de la muerte que conduce todo al descanso:


En mí ves la lumbre del fuego

reposando sobre las cenizas de su juventud,

lecho postrero sobre el cual debe expirar,

consumido por lo que lo alimentó:


Esto percibes, y hace tu amor más fuerte

para amar bien lo que en breve has de dejar.

Edición de Ramón García González

Mira en mí, sólo aquella, mal época del año,
cuando hojas amarillas, ya pocas o ninguna,
de las ramas, aún cuelgan, tiritando de frío,
en el ruinoso coro, donde cantaron aves.

Mira en mí, solamente, el ocaso del día,
como tras el crepúsculo se esfuma en occidente,
poco a poco, robado, por la trágica noche,
gemela de la muerte y todo su reposo.

En mí, ves el rescoldo de aquel divino fuego,
que sobre las cenizas de su juventud yace,
como el lecho de muerte, en que debe expirar,
consumido por todo lo que fue su alimento.

Esto ves, con lo cual, hace a tu amor más fuerte,
para amar bien aquello, que pronto dejarás.

Fuente:
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/12048731998085961865624/p0000004.htm

El Trovador

¿Qué acento afuera del portal resuena?
¿Qué rumor de la fuente el aire agita?
Dejad que el canto que el espacio llena

en la real estancia se repita.
A la voz de su rey, que así lo ordena,
el paje a obedecer se precipita,
y cuando vuelve, dice el soberano,
haced entrar al trovador anciano.

¡Salud! hidalgos y gentiles hombres,
¡Salud! señoras de belleza rara,
de tanta estrella, ¿quién sabrá los nombres?
¿Quién se atreve a mirarlas cara a cara?
Humilde corazón no aquí te asombres
ante esplendor y pompa tan preclara,
y ciérrense mis ojos que para ellos
no han de ser espectáculos tan bellos.

Cierra los ojos y del arpa brota
bajo su mano, excelsa melodía
que con el canto confundida flota
en raudal de purísima armonía.

Johann Wolfgang von Goethe

Versión de Santiago Pérez Triana


Goethe, versión del óleo de Stieler, 1828



jueves, 15 de mayo de 2008

Los amigos son para siempre

Joe Galatro insiste. Y vuelve a regresar con sus amigos Wil. y Miguel. Nos propone en esta oportunidad la visión crítica de las traducciones, en el caso de la obra de su amigo Guillermo. Pero no esperen un sesudo tratado, sino una práctica inmisericorde que tratará de explicar por sí misma el problema en cuestión. Una pura metodología científica para un asunto literario.

Con Miguel mismo resucita una obra que nunca ha estado muerta. Por lo que los aires de prodigios con que la presenta son por demás exagerados. Pero es porque la obra se las trae. Y se lleva nuestra admiración. Por diferentes causas.

Se ha quedado Joe Galatro hablando con sus amigos a través de los espacios de lo escrito. Ese maravilloso tiempo imperecedero con el que contamos si llegamos a la genialidad. O al menos nos impregnamos con ella.

La española inglesa


Introducción por Joe Galatro

Seré breve. Van aquí unas páginas de una novela de Cervantes que, a mi parecer, resulta sorprendente y vaticina una serie de obras, todas menores ellas, de posterior data y de múltiples autores.

El amigo Cervantes se adelantó incluso a muchas telenovelas en cuanto a una trama que busca reproducir la vida real. Pero en el caso de Miguel, de tal manera narrada que la ejemplaridad llega a ser sospechosa. Es evidente que sólo conociendo a Cervantes, sabremos de la finura de tratamiento de un tema tan escabroso como un rapto o adopción o expatriación beneficiosa o sueño de mejora. Temas todos codiciados por el deseo de muchos individuos.

El asunto de escribir es llegar al alma humana. Y esta novela llega. Atentos pues con La Española Inglesa.

Fragmento de La española inglesa


Novela de Cervantes,
edición de Florencio Sevilla Arroyo

ENTRE los despojos que los ingleses llevaron de la ciudad de Cádiz, Clotaldo, un caballero inglés, capitán de una escuadra de navíos, llevó a Londres una niña de edad de siete años, poco más o menos; y esto contra la voluntad y sabiduría del conde de Leste, que con gran diligencia hizo buscar la niña para volvérsela a sus padres, que ante él se quejaron de la falta de su hija, pidiéndole que, pues se contentaba con las haciendas y dejaba libres las personas, no fuesen ellos tan desdichados que, ya que quedaban pobres, quedasen sin su hija, que era la lumbre de sus ojos y la más hermosa criatura que había en toda la ciudad.

Mandó el conde echar bando por toda su armada que, so pena de la vida, volviese la niña cualquiera que la tuviese; mas ningunas penas ni temores fueron bastantes a que Clotaldo la obedeciese; que la tenía escondida en su nave, aficionado, aunque cristianamente, a la incomparable hermosura de Isabel, que así se llamaba la niña. Finalmente, sus padres se quedaron sin ella, tristes y desconsolados, y Clotaldo, alegre sobremodo, llegó a Londres y entregó por riquísimo despojo a su mujer a la hermosa niña.

Quiso la buena suerte que todos los de la casa de Clotaldo eran católicos secretos, aunque en lo público mostraban seguir la opinión de su reina. Tenía Clotaldo un hijo llamado Ricaredo, de edad de doce años, enseñado de sus padres a amar y temer a Dios y a estar muy entero en las verdades de la fe católica. Catalina, la mujer de Clotaldo, noble, cristiana y prudente señora, tomó tanto amor a Isabel que, como si fuera su hija, la criaba, regalaba e industriaba; y la niña era de tan buen natural, que con facilidad aprendía todo cuanto le enseñaban. Con el tiempo y con los regalos, fue olvidando los que sus padres verdaderos le habían hecho; pero no tanto que dejase de acordarse y de suspirar por ellos muchas veces; y, aunque iba aprendiendo la lengua inglesa, no perdía la española, porque Clotaldo tenía cuidado de traerle a casa secretamente españoles que hablasen con ella. Desta manera, sin olvidar la suya, como está dicho, hablaba la lengua inglesa como si hubiera nacido en Londres.

Después de haberle enseñado todas las cosas de labor que puede y debe saber una doncella bien nacida, la enseñaron a leer y escribir más que medianamente; pero en lo que tuvo estremo fue en tañer todos los instrumentos que a una mujer son lícitos, y esto con toda perfección de música, acompañándola con una voz que le dio el cielo, tan estremada que encantaba cuando cantaba.

Todas estas gracias, adqueridas y puestas sobre la natural suya, poco a poco fueron encendiendo el pecho de Ricaredo, a quien ella, como a hijo de su señor, quería y servía. Al principio le salteó amor con un modo de agradarse y complacerse de ver la sin igual belleza de Isabel, y de considerar sus infinitas virtudes y gracias, amándola como si fuera su hermana, sin que sus deseos saliesen de los términos honrados y virtuosos. Pero, como fue creciendo Isabel, que ya cuando Ricaredo ardía tenía doce años, aquella benevolencia primera y aquella complacencia y agrado de mirarla se volvió en ardentísimos deseos de gozarla y de poseerla: no porque aspirase a esto por otros medios que por los de ser su esposo, pues de la incomparable honestidad de Isabela (que así la llamaban ellos) no se podía esperar otra cosa, ni aun él quisiera esperarla, aunque pudiera, porque la noble condición suya, y la estimación en que a Isabela tenía, no consentían que ningún mal pensamiento echase raíces en su alma.

Mil veces determinó manifestar su voluntad a sus padres, y otras tantas no aprobó su determinación, porque él sabía que le tenían dedicado para ser esposo de una muy rica y principal doncella escocesa, asimismo secreta cristiana como ellos. Y estaba claro, según él decía, que no habían de querer dar a una esclava (si este nombre se podía dar a Isabela) lo que ya tenían concertado de dar a una señora. Y así, perplejo y pensativo, sin saber qué camino tomar para venir al fin de su buen deseo, pasaba una vida tal, que le puso a punto de perderla. Pero, pareciéndole ser gran cobardía dejarse morir sin intentar algún género de remedio a su dolencia, se animó y esforzó a declarar su intento a Isabela.

Andaban todos los de casa tristes y alborotados por la enfermedad de Ricaredo, que de todos era querido, y de sus padres con el estremo posible, así por no tener otro, como porque lo merecía su mucha virtud y su gran valor y entendimiento. No le acertaban los médicos la enfermedad, ni él osaba ni quería descubrírsela. En fin, puesto en romper por las dificultades que él se imaginaba, un día que entró Isabela a servirle, viéndola sola, con desmayada voz y lengua turbada le dijo:

-Hermosa Isabela, tu valor, tu mucha virtud y grande hermosura me tienen como me vees; si no quieres que deje la vida en manos de las mayores penas que pueden imaginarse, responda el tuyo a mi buen deseo, que no es otro que el de recebirte por mi esposa a hurto de mis padres, de los cuales temo que, por no conocer lo que yo conozco que mereces, me han de negar el bien que tanto me importa. Si me das la palabra de ser mía, yo te la doy, desde luego, como verdadero y católico cristiano, de ser tuyo; que, puesto que no llegue a gozarte, como no llegaré, hasta que con bendición de la Iglesia y de mis padres sea, aquel imaginar que con seguridad eres mía será bastante a darme salud y a mantenerme alegre y contento hasta que llegue el felice punto que deseo.

Fuente: Biblioteca Cervantes

http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/cerv/01715418093476099650035/p0000001.htm#I_1_

Experimento sobre el Soneto 13 de Wil. Shakespeare


Introducción y experimento por Joe Galatro

Los experimentos son largos, mas nunca tediosos para quien se interesa en ellos. En esta ocasión tomamos el Soneto Nº 13 de nuestro amigo Wil. para demostrar que la literalidad es un desastre posible en la literatura.

Sometimos este sujeto Nº 13 a varias pruebas. Con cuatro traductores distintos obtuvimos resultados extraños, no exentos de cierto hermetismo y freudiano surrealismo.

Los dos primeros traductores eran automáticos o tal vez autómatas. Sólo que en línea, tomados de dos páginas web.

Los dos siguientes traductores son personas. O al menos una parece serlo. Aunque no diré cuál por respeto a la otra.

Los resultados según se muestran, expresan que no podemos prescindir del ser humano en el asunto de las traducciones. O que es mejor leer al autor en su propio idioma. Aunque no entendamos nada.


Versión original inglesa

O, THAT you were yourself, but, love, you are

No longer yours than you yourself here live:

Against this coming end you should prepare,

And your sweet semblance to some other give.

So should that beauty which you hold in lease

Find no determination; then you were

Yourself again after yourself's decease

When your sweet issue your sweet form should bear.

Who lets so fair a house fall to decay,

Which husbandry in honor might uphold

Against the stormy gusts of winter's day

And barren rage of death's eternal cold?

O, none but unthrifts! Dear my love, you know

You had a father -- let your son say so.


Sonnet 13 fue originalmente publicado en Shakespeare’s Sonnets: Never before Imprinted (1609).


Traducción del primer diccionario en línea

La oh, que usted era, pero, el amor, usted es

Más la suya que usted usted mismo aquí viva:

Contra este final que viene usted debería preparar,

y su semejanza dulce a unos otro dar.

Entonces debe que la belleza que usted sostiene en el arriendo

no encuentra ninguna determinación;

entonces usted era otra vez después de que el fallecimiento del usted mismo

Cuando su caramelo publica(emite) su forma dulce debería llevar.

¿Quién deja a una casa tan justa caerse al decaimiento,

Que la agricultura en el honor podría mantener

Contra las ráfagas tempestuosas del día del invierno

y la rabia estéril del frío eterno de la muerte?

¡Oh, ninguno pero ineconomías! El querido mi amor, usted sabe

que Usted tenía un padre - dejan a su hijo decir tan.


Traducción del segundo diccionario en línea

Oh, ese usted estado se , pero , amor , sois

No más el suyo dar gracias usted se aquí vivo :

Contra esta eyaculación final usted deberíase preparar,

Y su golosina semejanza hasta algunos otro dar.

Así debería esa belleza qué usted posee darle arriendo

Hallazgo no determinación;

entonces serías de nuevo después de su fallecimiento

Cuándo su golosina edición su golosina forma debería oso.

Quien deja así feria una casa caída hasta la caries ,

Qué agricultura en honor podría levantar

Contra el tormentoso ráfagas de invierno día

Y estéril rabia de muerte eterna frío?

Oh, ninguno pero despilfarra! Estimada mi amor,

Sabéis que usted tenía un padre arrienda a su hijo decir así.


Versión libérrima textual de Joe Galatro con la colaboración de otro diccionario en línea

Oh, de que usted era usted misma, lo era, pero, amor,

el suyo de usted no es más largo,

(refiérome) al tiempo que usted misma aquí viva:

Contra este final que viene, y de que viene, viene, usted debe prepararse bien,

y su apariencia dulce a alguna otra descendencia dejar.

Pero si esa belleza que usted no celebra en hallazgo

del arriendo ninguna determinación;

entonces usted no será usted misma otra vez

después de que usted sufra un deceso

¡Cuando su caramelo debe llevar su misma forma dulce!

¿Quién deja que se le caiga la casa por decaimiento,

si la agricultura en el honor pudo mantenerla

contra las ráfagas tempestuosas del día

y de la rabia estéril del frío invierno eterno de la muerte?

¡Oh, ninguno! ¡pero ahórratelo! mi amor,

Usted sabe que usted tenía un padre –

deje, entonces por favor, a su hijo o hija también decir ¡papá!


Versión lírica de Ramón García González

¡Oh! ¡Si vos, fuerais vuestro! Pero, amor, vos seréis,

de vos tan solamente, mientras viváis aquí.

Contra el final cercano ya debéis prepararos,

plasmando en algún otro, vuestro dulce semblante.

Así, aquella belleza, que vos gozáis a préstamo

no hallaría final. Entonces volveríais,

a ser vos, aún después, de vuestra propia muerte,

ya que la dulce prole, tendrá tus mismas formas.

¿Quién deja derrumbarse, un hogar tan hermoso,

que un regente viril, con honor mantendría,

contra los elementos de un cruel día de invierno,

y el estéril rencor del frío de la muerte?

Sólo un derrochador y tú, amor, bien lo sabes:

Vos tuvisteis un padre, que a ti, te nombre un hijo.


miércoles, 7 de mayo de 2008



Llega finalmente Joe Galatro y sus amigos. Viene a espantar las cuitas o a renovarlas con nuevos bríos, sabiendo que detrás de toda vana apariencia está acechando la nada que cura todos los males. O el todo, que igualmente los alivia.

Joe intervendrá en el comentario de los textos, dado su conocimiento de los autores. Bastante limitado en cuanto a teoría. Pero amplio en la vivencia de sus salidas conjuntas y compartiendo penas, alegremente por la bebida de las fuentes de la literatura.

De vez en cuando Joe querrá emular a los grandes de las letras que le acompañaron. Sobre todo a quien hizo el cartel de Hollywood. Pero como desconoce su nombre, lo evoca en cada película que ve y comenta.

Joe es un comentarista de la vida. De la vida social y de la asocial, como la de las piedras. O de quienes las arrojan a la cabeza de los adversarios como medida, pesada, para salir de los problemas, metiéndose en otros.

En resumidas cuentas. Tres textos comentados, no más. Sí menos. Eso es Joe Galatro y sus amigos. Atendido por su anfitrión, Joe Galatro. Que soy yo.

Poesía de amor y espanto

Joe Galatro

Publicamos en exclusiva, por estar situadas una sola página y para todo público, dos muestras del arte poético de dos de mis más insignes amigos escritores.

Desarrollaron sus letras principalmente en otras direcciones, en otros géneros, pero cultivaron la poesía con un singular amor, con esmerado empeño y un acierto pocas veces visto en este arte. Pocas veces visto hasta por sus detractores. Pocas veces visto por quienes se consagran a otros menesteres.

Aunque no he mencionado de quiénes se trata, mis amigos que colaboran en este número son William y Miguel o Guillermo y Michael, como solía llamarles para contradecir sus orígenes y confundirlos en el hecho de que nunca se conocieran personalmente, ni por escrito y menos telefónicamente, pues no había tiempo para tales cosas.

Sólo por mi intermediación saben ahora el uno del otro y se juntan a cantar o a estremecer sus intelectos, sorprendiéndonos con la profundidad de unas emociones tan bien expresadas, y con un trasfondo de pensamiento realmente contemporáneo. En la misma medida que lo son los temas universales sobre los que versan, literalmente.

Soneto LXII

William Shakespeare

El pecado de amarme se apodera
de mis ojos, de mi alma y de mí todo;
y para este pecado no hay remedio
pues en mi corazón echó raíces.


Pienso que es el más bello mi semblante,
mi forma, entre las puras, la ideal;
y mi valor tan alto conceptúo
que para mí domina a todo mérito.


Pero cuando el espejo me presenta,
tal cual soy, agrietado por los años,
en sentido contrario mi amor leo
que amarse siendo así sería inicuo.


Es a ti, otro yo mismo, a quien elogio,
pintando mi vejez con tu hermosura.

(Traducción Manuel Mujica Láinez)

Al túmulo del Rey Felipe II en Sevilla

Miguel de Cervantes Saavedra


Voto a Dios que me espanta esta grandeza
y que diera un doblón por describilla;
porque ¿a quién no sorprende y maravilla
esta máquina insigne, esta riqueza?

Por Jesucristo vivo, cada pieza
vale más de un millón, y que es mancilla
que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla!,
Roma triunfante en ánimo y nobleza.

Apostaré que el ánima del muerto
por gozar este sitio hoy ha dejado
la gloria donde vive eternamente.

Esto oyó un valentón, y dijo: "Es cierto
cuanto dice voacé, señor soldado.
Y el que dijere lo contrario, miente."

Y luego, incontinente,
caló el chapeo, requirió la espada,
miró al soslayo, fuese, y no hubo nada.

(Traducción del mismo autor)