Publicamos en exclusiva, por estar situadas una sola página y para todo público, dos muestras del arte poético de dos de mis más insignes amigos escritores.
Desarrollaron sus letras principalmente en otras direcciones, en otros géneros, pero cultivaron la poesía con un singular amor, con esmerado empeño y un acierto pocas veces visto en este arte. Pocas veces visto hasta por sus detractores. Pocas veces visto por quienes se consagran a otros menesteres.
Aunque no he mencionado de quiénes se trata, mis amigos que colaboran en este número son William y Miguel o Guillermo y Michael, como solía llamarles para contradecir sus orígenes y confundirlos en el hecho de que nunca se conocieran personalmente, ni por escrito y menos telefónicamente, pues no había tiempo para tales cosas.
Sólo por mi intermediación saben ahora el uno del otro y se juntan a cantar o a estremecer sus intelectos, sorprendiéndonos con la profundidad de unas emociones tan bien expresadas, y con un trasfondo de pensamiento realmente contemporáneo. En la misma medida que lo son los temas universales sobre los que versan, literalmente.
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