miércoles, 7 de mayo de 2008

Soneto LXII

William Shakespeare

El pecado de amarme se apodera
de mis ojos, de mi alma y de mí todo;
y para este pecado no hay remedio
pues en mi corazón echó raíces.


Pienso que es el más bello mi semblante,
mi forma, entre las puras, la ideal;
y mi valor tan alto conceptúo
que para mí domina a todo mérito.


Pero cuando el espejo me presenta,
tal cual soy, agrietado por los años,
en sentido contrario mi amor leo
que amarse siendo así sería inicuo.


Es a ti, otro yo mismo, a quien elogio,
pintando mi vejez con tu hermosura.

(Traducción Manuel Mujica Láinez)

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